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No sé ni dónde comenzar a explicar el sentimiento que tengo por dentro. Empieza en la cabeza, dónde mis pensamientos en vorágine sólo se golpean unos con otros, compiten para ver cuál es más real que el otro; y si tan sólo los condenados fueran positivos o aportaran algo, me traen más sufrimiento que realidad a mi existencia.

Continúa por mi cara, mis ojos no dejan de llenarse de lágrimas cada vez que pueden, de manera instintiva quedan aguados cada vez que mi problemática cabeza le da vueltas a las mismas frases que me enloquecen y no me dejan dormir, mi garganta está agotada de apretarse por culpa de los gritos y llantos ahogados.

Mis hombros rígidos, mi espalda adolorida, mis brazos cansados de tanto luchar, de nadar en contra de la marea. Mi pecho, moviéndose al ritmo de mis respiraciones irregulares y latidos acelerados, pidiendo perdón como si fuese su culpa estar así cuando me paralizo. Mi estómago se retuerce, tengo días sin comer bien y quisiera poder saborear algo diferente al desagrado que siento.

El sentimiento se esparce con rapidez, se adueña de las pocas partes funcionales de mi vida y me deja desanimada, sin ganas de nada, porque lidiar con lo que ocurre a mi alrededor al mismo tiempo que lo que pasa en mi interior es agotador. Lidiar con esta sensación de querer correr pero no saber a dónde, de quedarme pero sentir que no encajo, de estar justo al borde del abismo con ganas de saltar pero preguntándome si tal vez no sería mejor sentarme y observar antes de que todo acabe.

No sé qué hacer para que todos mis días dejen de ser así. Me duele sentirme así.

Estoy cansada de que mis manos tiemblen y llenarme de angustia porque si se dan cuenta es probable que me rompa, que explote en pequeños pedazos y quedé vulnerable ante todo, que mis piezas queden en lugares donde no pueda alcanzarlos.

Espero poder dormir bien.

-EK